lunes, 24 de junio de 2013

La relatividad del conocimiento.

Andábamos por la calle; ella me agarraba muy fuerte de la mano. De pronto paró en seco, haciéndome parar a mi también.- Ahora me abrazará por los hombros.- Pensé, y así fue. Luego seguimos andando hacia la tienda de zapatos.- Preguntará los precios de algunos para luego salir quejándose de sus padres -Y volví a acertar. Al sentarnos en un banco, supe que se inclinaría hacia mi y me besaría acariciando mi espalda con la mano que no tendría hundida en mi pelo. Ella así lo hizo.
Luego, se recostó en mi, quedando bellísima a lo largo del banco y bajo el sol de medio día entreabrió los labios, y mi cerebro, adelantándose a su pregunta, respondió:
-No, no nos conocemos.
Ella sólo sonrió. Los misterios parecen más románticos.

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