domingo, 19 de mayo de 2013

Mañana.


Me chilla, me gira la cabeza y pone sus ojos a la altura de los míos. Sólo que los suyos no existen nada más que dentro mía. Me obliga a dejar de un lado esa anestesia que algunos llamáis vida, y a enfrentarme a la verdad, que algunos calificaríais de muerte.

- ¡Mírame! Soy el final - Chilla apretando los dedos que tiene alrededor de mi mandíbula para evitar mi huída.

Yo me retuerzo, lucho por salir de entre sus manos, intento aplicar todas las técnicas de defensa personal que conozco. Ninguna funciona. El humo no tiene puntos vitales. - Déjame, no me gustas, déjame ir- Le pido entre sollozos. -Vendré mañana- Le prometo.

La oscura entidad se funde conmigo y mis pupilas se dilatan. Dicen que cuando mientes se agrandan, y yo lo estaba haciendo. Le mentía a esa ondulante mujer negra, llamada Final.

- Mientes. Como ayer, como hace un mes. No me evadas, ocupo tus pensamientos, estoy dos pasos detrás vuestra en todo momento. Cuando se gire me verá y entonces tú estarás muerta.

- Mejor... -Brotan las lágrimas- Así será ella, no yo, la que termine todo esto.

- ¡COBARDE!- Aulló, agrandando su boca hasta convertirse en solo eso; una boca.-  ¿Cómo puedes preferír eso? ¿Acaso tu cobardía no conoce límites?- Continuó chillandome cada vez más cerca mía, su aliento se fundía con mi entrecortada respiración y aquella oscuridad que brotaba de sus labios, en muestra de su mayor odio hacia mí, me besó.

Un beso. O una continuidad de ellos. Todos augurandome finales, todos pinchando como agujas mi algún día llamada moral.  Me desgarró los labios, y me los besó hasta que la sangre dejó de salir. Entonces se levantó y me dejó en el contraluz de la esquina, manchada de sangre.

- Vendré mañana. - Dijo, y desapareció.

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