martes, 5 de febrero de 2013

¿Qué es el arte?

RememberMe.


-¿Qué es el arte?- Chillaba una y otra vez una chica que cualquier persona hubiese confundido con un espectro.- ¿Qué es el arte?- Repitió con voz demencial.
Una puerta se abrió en la pared acolchada y blanca y entró un médico; bata banca, botones cuidadosamente abrochados, una corbata negra entreviéndose; el típico médico cincuentón.-¿Qué es el arte?- Le chilló desesperadamente mientras se acercaba a él arrastrándose lo que su camisa de fuerza le permitía. -¿Qué es?- Terminó en una especie de susurro anhelante al aferrarse a sus pies  Sin dignarse siquiera a contestar el hombre la cogió en brazos, para lo que no hacía falta mucha fuerza pues la chica estaba raquítica y la sentó en una de las dos sillas blancas que había en el suelo, también blanco.
-Nuria, ¿cómo estás hoy?- Preguntó con voz dulce al tiempo que se sentaba.- ¿Cómo te sientes?
- Una mentira, hoy también, como ayer... ¿ayer existió doctor?- Respondió la chica, totalmente serena, con mirada inteligente, reclinada en pose relajada.
 Nuria tendría unos quince años, llevaba el pelo largo y graciosamente ondulado, castaño, y unos ojos verdes que parecían salirse de sus órbitas debido a la delgadez insalubre que la constituía. Y Nuria, estaba loca. Como todos allí en realidad.
-Claro que existió chiquilla, ¿Qué hiciste ayer?
- Shh... si quiere que se lo diga acérquese... - Y se inclinó hacia adelante al tiempo que el doctor- Ya no sé que hice ayer, o qué hice mañana, porque, doctor, no sé distinguirlos. - Y se echó a reír de forma estridente. - ¿Qué es el arte?- Exigió saber.
- ¿Helarte? Morirte de frío niña - Respondió el doctor riéndose.
- No me hace gracia ese chiste, idiota.- Frunció el ceño Nuria- Pero bueno, supongo que ninguno sabéis qué es el arte, por eso no podéis curarme. ¿No se supone, doctorcito, que has estudiado psicología? Deberías saber qué es.
- ¿Por qué debería saber qué es? ¿Y para qué quieres saberlo?
- Para poder curarme, es por el arte por lo que me encerrasteis  ¿recuerdas? Y ahora, en esta habitación blanca, no puedo distinguir los colores para crear. ¿No hay habitaciones negras doctor? Encerradme ahí, por favor. El blanco no me deja respirar.
- ¿Otra vez con esa historia?- Le cambió el semblante, se levantó y de forma bruta le subió la manga de la camisa para dejar al descubierto un esquelético brazo lleno de cortes de todas las formas y tamaños- Por esto estás aquí, no por el arte.
- El arte es sangre, el arte es dolor, el arte... doctorcito, es sublimación. ¿Me trae mis libros? Tráigame a Freud por favor, o un lápiz, o una mina... sin arte... - Su voz iba disminuyendo el tono hasta ser inaudible. Se quedó ahí, sentada, con la mirada perdida en algún punto del blanco con las pupilas cada vez más dilatadas.
El doctor, tras un gesto de desesperación salió rápidamente de la habitación para entrar a una sala de observación, llena de pantallas y ordenadores donde en una esquina, con la cabeza entre las manos, esperaba la madre de la chica. La rubia señora, ricamente vestida se levantó rápidamente alzando la mirada con expresión interrogante, impaciente. El doctor negó con la cabeza y apoyó su mano en  su espalda para conducirla suavemente a otra habitación más cálida donde poder hablar. Le entregó una bebida caliente y le hizo sentarse en el sofá.
-No ha mejorado... Yo diría incluso que va a peor, cada vez es más escéptica y parece que su inteligencia la domina a ella. No distingue la realidad de la mentira, diríamos que su solipsismo anterior ha llegado a dudar, incluso, de ella misma.- Dijo apenado.
- Pero dijeron que estando aquí mejoraría.
-Y eso creíamos, pero estando aquí lo único que haremos es evitar que muera. Cuando traté de explicárselo me contestó "¿Acaso estando aquí encerrada no estoy ya muerta?" Y creo que tiene razón.
-No consigo entender cómo, ni por qué hizo eso... - Palabra a palabra se le iba ensombreciendo el semblante y acabó derrumbándose; como cada Martes. De sus ojos comenzó a brotar el dolor que toda esta situación le inspiraba. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué? ¿Se lo merecía acaso?
El momento se hizo pausible y volvió, como cada Martes, a ese día en el que toda su vida se desmoronó  por culpa de una cuchilla de sacapuntas.
"Era una fría tarde de enero en la que fuera de la sensación de calidez que la chimenea y el sofá le proporcionaban, la lluvia inundaba las calles. Se sentía feliz en ese momento, con su marido al lado planchando la ropa y admirando lo limpia y bonita que estaba su casa. Se sintió satisfecha con su casa, con su vida y con su familia hasta que empezó a sonar la música y las paredes retumbaron a su ritmo.
- Ya está Nuria con el Rap, ve a decirle algo tú, Antonio, esta vez.
-Yo estoy planchando- Respondió distraido- Ve tú y llévale esta ropa.
-  Se va a enterar- Dijo incorporándose mientras su humor se tornaba negro- Esta niña no tiene respeto por nada ni por nadie, de verdad, es una singracia...- Y las murmuraciones la compañaron hasta el comienzo de las escaleras. Cuántas veces deseó no haberlas subido, haber chillado desde ese sitio o haber seguido mascullando... Que su vida no hubiese cambiado de esa forma.
El sonido la iba ensordeciendo más conforme más escalones subía y hacía estremecer la estructura de la casa con cada frase de ese rapero que su hija idolatraba- No es ni música- farfulló con desprecio. Llegó a un oscuro distribuidor y dió un paso hacia la puerta conforme una mala sensación la invadía. Se la escuchaba tararear en voz alta y se decidió a, lentamente, abrir la puerta.
La escena que se le presentó hizo detenerse su vida; nunca olvidaría esa imagen. Toda la habitación estaba a oscuras exceptuando por el contínuo temblar de una vela. Bajó la mirada hasta el suelo dónde se encontraba su hija cabizbaja, con el pelo cubriendole las facciones mientras una de sus manos paseaba un pincel arriba y abajo de su otro antebrazo en algo, que ella quiso creer, sería pintura roja. Tras repetir estos movimientos dos o tres veces trasladaba el instrumento a un lienzo que había en el suelo, entre paletas, tarros de agua y tubos de gouache que rodeaban a Nuria. Todo manchado de ese extraño líquido que ella se esforzó en desconocer.
En el centro de todo esto destacaba por el tétrico juego de sombras, una pequeña cuchilla que ella reconoció como de un sacapuntas. La escena bailaba sin cesar gracias a las sombras, haciéndole retardar su reacción, dejándola aún más aterrada.
Totalmente paralizada vió como su hija levantaba el brazo izquierdo, del que brotaban hilos de sangre sin cesar, alzaba la cabeza dejando ver sus preciosos ojos verdes, esos que siempre tanto le habían gustado y con una sonrisa demencial, se lo llevó a los labios para besar las rajas con dulzura. Después, con los entreabiertos labios atestados del rojizo líquido se la quedó mirando fijamente. Apareció una sombra de incredulidad en su mirada y fijó esta en su madre, cómo preguntándose qué hacía ella allí."

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