sábado, 30 de julio de 2011

¿Por qué?

Ella se giró al ver una sombra acercarse demasiado rápido. Eran las tres de la mañana y subía por una calle de alguna ciudad poco visitada por las cámaras, sola, recién salida de una fiesta en la playa. De repente, a medio giro, un beso se posó en sus labios, ¿ furtivo? ¿robado? ¿desesperado?. No lo sé, sólo me contó que fue un beso seguido de una mirada, larga como pocas.
- ¿Qué haces aquí? - Preguntó a la vez que de su casco salían los beatles. 
- Necesitarte, cómo cada día desde que te conocí. - Respondió demasiado rápido. 
Ella se volvió a dejar besar, sin participar, por lo que oí. Y siguió hablando como si nada hubiese pasado.
- No me parece bien lo que has dicho en la playa, me ha dolido. 
-¡Yo estoy harto de que me digas las tonterías y las cosas graves te las guardes! Porque yo te necesito y tu no quieres estar conmigo, porque tu solo quieres estar con tus amigos y no piensas en que yo necesito estar contigo a solas, que pasas de mí, que te importa una mierda que yo me tire hasta las cinco de la mañana sin poder dormir porque necesito verte, que yo dejo cualquier cosa por ti, que me escapo de mi casa para verte a través de los barrotes de tu ventana y tu no lo tienes en cuenta.- Siguió echándole en cara. ¿Que tiene de bonito que hagan cosas por ti y que luego te las reprochen? 
- Para. Claro que pienso en ti, precisamente por ti llevo dos días evitándote, porque no quiero explotar contigo, porque tengo el humor cambiando cada vez que les da la gana y prefiero que esto no te afecte a ti. Y deja de agobiarme. 
La pelea se alargó media hora, media hora de echar cosas en cara, media hora de miradas que ansiaban huir de allí, labios que intentaban contener lo que realmente en ese momento dirían : Te dejo. Qué facil sería. Media hora con Paul McCartney sonando y pidiendo la ayuda que ella deseaba pedir. 
Reanudó la historia con lágrimas en los ojos, cuando se separaron y ella se dirigió a un muro blanco y le pegó. Nudillos rojos que aguantaban la presión del llanto. ¿Por qué no lo entendía? ¿Por qué no cambiaba? ¿Por qué? ¿Por qué? Días y días agobiándola, hora tras hora, llamada más llamada. Justo a ella. Que no necesitaba de nadie, que de lo único que dependía era de sus manos y su cabeza. Lo había dejado otras veces por agobiarla, había vuelto con él porque... ¿Por qué? ¿Le quería? Ni idea. No dependía de él, ni necesitaba verle a todas horas, podía estar semanas sin hablar con él que por su parte no pasaba nada. Sin embargo... ¿Le quería? Volvía con él bajo promesas de cambio que ella sabia que no sucederían. 
Era independiente, nadie en su vida era imprescindible. Sin embargo, por esa vez, bajo un abrazo se escondió en el llanto. ¿Podía alguien entenderla?. No, nadie, ni siquiera ella. Que rara eres- Se dijo. 
Y el lápiz la esperó una vez más. 







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