miércoles, 30 de abril de 2014

Vigilis

Se despertó cuando su cabeza chocó con el tablero de la mesa y el cigarro cayó al suelo. Llevaba dos días sin dormir, ocupado en sus exámenes y sus ojos se habían cerrado por su propio peso. Trató de apartar los vasos vacíos, con secos posos de café de sus apuntes y seguir leyendo, pero no pudo y tropezándose con todo lo que había en la habitación, se dejó caer en la cama. Tuvo la suficiente voluntad de poner una alarma tres horas después y quitarse los zapatos.

Era una habitación normal, amplia para ser un piso de estudiantes, con una gran ventana que ocupaba lo mismo que la cama. El ambiente estaba cargado, lleno de humo y olor a café, lo cual no ayudaba a relajarse, el olor de la presión. Se metió entre las mantas y justo cuando estaba abandonando su mente a la suerte del subconsciente, unas palmadas le hicieron sobresaltarse. Inmediatamente se incorporó, sin encender la luz, y tras cinco minutos escudriñando la oscuridad decidió que había sido una invención de su mente, que estaría entrando en sus sueños. Esta vez dio la espalda a la puerta, poniéndose de cara a la ventana, situación en la que nunca, desde niño, se había sentido cómodo. Entró en un estado de somnolencia en el que tenía la postura perfecta pero se sentía vigilado, como si alguien desde la puerta lo estuviese mirando. Entreabrió los ojos y en el reflejo de la ventana, asistió al inquietante movimiento de una sombra tras él. Esta vez su cuerpo no le dejó moverse, siquiera abrir más los ojos. Asumió pues que estaba en el mundo de los sueños, y que esta molesta capacidad de pensar dormido sería un efecto secundario de las bebidas energéticas que tenía acumuladas en el organismo.

Entonces, cuando su mente se quedó totalmente quieta, a la par que su cuerpo, un murmullo inundó la habitación. Su mente volvió a aclararse, y dedujo que si esto era un sueño podría levantarse e ir a mirar que pasaba. Lentamente y con pesar se incorporó e intentó ver algo a la luz de una luna que se acababa de ocultar tras las nubes, las voces habían parado por lo que volvió, insatisfecho y pensando en el examen del día siguiente, al lecho.

Pensó que habría pasado una hora, pero el tiempo fuera de la vigilia es difuso e indefinible, cuando volvió a escuchar los murmullos. Eran dos chicas quienes hablaban y solo alcanzó a entender dos o tres palabras sueltas a las que no encontraba sentido alguno, tras cada frase las voces reían. Abrió los ojos y un grito se ahogó en sus labios. Una forma enorme y amenazante estaba sobre él, grisácea, y riendo se comenzó a disipar saliendo así por la ventana. Miró entonces por la ventana, sin creer lo que estaba viendo, una nube que parecía ocupar la totalidad del cielo, le observaba. Y volvieron lo murmullos, esta vez más claros y altos.

-¿Lo hará? ¿Tú que dices hermana?

-Parece idiota, ese no se entera de nada. Dejemosle y busquemos a otro.

Y risas, muchas risas como ménades nobles. Parecían que las voces provenían de las nubes pero deshechó la idea por imposible, y ya se estaba girando hacia la cama cuando una luz lunar, magnificente, entró por su ventana. Provenía de una enorme nube que estaba tomando forma. ¿Habéis visto las pinturas de Goya? Pues ese ente adoptó la posición de Cronos y la forma esperpéntica de un dragón, con piernas saliéndole de la boca, y personas atrapadas entre sus manos. Una imagen fascinante y terrible, que cada vez se acercaba más a su ventana, acarreando con ello que los murmullos cada vez fuesen más numerosos e inentendibles. Parecía que éstas le hablaba, y tratándose de un sueño, no había por qué temer a nada, y tras sacar estas rápidas conclusiones abrió la ventana. El frío de la madrugada entró con fuerza aunque fue en lo que menos reparó, tenía la cara totalmente iluminada y los ojos vacíos, una sonrisa se dibujaba en su rostro mientras repetía una y otra vez "Ya voy". Los murmullos habían cesado, espectantes, y algo que le imposibilitaba razonar le repetía en su cabeza, "es un sueño, disfrutalo". Así pues respiró hondo y salió a la cornisa. Allí un torbellino de colores grisáceos lo atrapó, él, sonriente, se sentía libre.

Entonces fue cuando empezó a desfigurarse, parecía que partes de si mismo se separaban de su cuerpo, salían de sus labios, orejas, y todas las extremidades y formaban un etéreo epílogo de si mismo. Unidos de la cintura para abajo, el ser comenzó a abrazarlo, a decirle cuánto lo echaba de menos mientras él lo observaba fascinado sin pronunciar palabra. Al separase del todo, a la oscura entidad le surgió una extraña cabeza, parecida a la de una cabra.

-¿Quién eres?

-¿Quién eres? - Repitió el ser, divertido.

-No hagas eso.- La cara de él se estaba contorsionando, empezando a transformarse en la del ser.

-No hagas eso.- Y comenzó a reír con las voces femeninas que antes adornaban su cuarto.

-¿Eras tú? ¿Quien eres?- Ahora estaba agotado, desollado, queriendo gritar.

- Soy Abraxas, el demonio de la mentira y el engaño. Y tú, también.

Irracionalmente, se lanzó al cuello del ser, buscando una salida de esa peligrosa cornisa. Sin embargo el ser, esquivo, se deshizo nada más tocarle con las llemas de los dedos, para reconstruirse justo detrás suya. Agarrado a su cuello.

- ¿Te crees muy listo? ¿Acaso sabes dónde estas?- Entonces se rió, y se rió tan fuerte que las paredes temblaron, que toda la máscara se abrió en dos para dejar lugar a esa enorme e irrefrenable boca, que reía y reía.

Intentando escapar, deshacirse del demonio, ordenaba a sus piernas moverse pero no le obedecían. Se decía en su cabeza, que si todo esto era un sueño podría hacer con él lo que quisiera, porque sería su sueño. Hacía por despertarse y no podía. Había perdido todo control sobre sí mismo, se dijo entonces que solo le quedaba esperar a que el despertador sonara. Como si hubiese estado escuchando sus pensamientos, el ser, abriendo mucho los ojos, ladeó la cabeza acercándola a la suya hasta quedar completamente pegadas.

-Ah no no, eso si que no mi querido bebé- Dijo riendo el ser, mientras le acariciaba la barbilla. Tratándolo como a un infante.- ¿De verdad crees que las cosas son tan fáciles?  Te propongo un juego.- Dijo mientras movía todo su cuerpo fuera de la cornisa, sosteniéndolo por el cuello.

Miró hacia abajo y metros y metros de oscuridad parecían estar dispuesto a acogerle, siempre había tenido vértigo y la caída interminable era una de sus pesadillas más frecuentes. El ser divertido le dio un último beso.

- ¿Crees en los sueños?- Y diciendo esto lo soltó.

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