
Hoy es uno de esos días en los que me voy a acostar y pienso "Hoy, he vivido". Parece una tontería pero la mayoría ni lo percibe y no es por otra razón que por la de no haber vivido. Puede que ni siquiera hayas hecho algo increíble, quizás solo un beso te haga sentir que has vivido un día entero, tal vez haya sido una mirada, o simplemente que no has podido parar de reírte ni un momento. Cada uno siente la vivencia de una manera, algo diferente en cada persona activa ese sentimiento. No te deja pensar que este ha sido un día del que prescindirías, ni mucho menos. En estos días no es que te lo hayas pasado bien, es que el bienestar sobresalía por cada segundo. ¿Sentir? Se queda corto. No vale preguntarse que hemos hecho, sino de que se han impregnado nuestros actos. Es que cada sonrisa se te quede en la cabeza como si fuera una obra de arte. No es un abrazo, son los miles que me rodearon. Ya ni se trata de todo lo que ha pasado en ese día, pues los echos no se coordinan a lo que sientes de él. No hicimos nada especial, no subimos a un lugar especialmente bonito, ni éramos nosotras contra el mundo, tampoco volamos, ni saltamos, ¡ni siquiera chillamos! Pero ahora, rodeada del blanco de mis sábanas, a oscuras salvo algún destello incontinuo de la farola que duda frente a mi ventana, lo que siento es tan increíble... He vivido muchos días, de verdad, cada uno se distingue de los demás por los sentimientos. No cada día que llego a la conclusión de que he vivido es por buenos sentimientos, la mayoría es por haber sentido demasiado para un día y normalmente no es algo bueno. La sobre explotación de tus sentimientos, como toda sobre explotación, proviene de la búsqueda incansable de alguien o algo, que te dejará destrozado. Pero esta vez no era así, estaba tan tranquila... que mi mente subió sola cada escalón que ya había atravesado hoy, todo sentimiento volvió a pasar por mi, y todo me produjo otra vez los mismos sentimientos, una satisfacción me inundaba, y alrededor de mi cama se sucedían uno tras otro, los minutos pasados entrelazados a los que vivía, no me daba pena estar gastando tiempo en algo ya pasado, cuando siempre me molesta hacerlo. Era como si juntas, mi cama y yo, estuviésemos en un lago de recuerdos, todos coloridos, y los fuera mirando objetivamente y me llenaban, me hacían sonreír, disfrutar... en fin, vivir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario