Iba por en medio de la carretera, sin prisa, sin sentir absolutamente nada excepto pena... era una tristeza que subía por el estómago y empapaba mis sentidos; todos ellos. El asfalto gris se sucedía veloz bajo mis pies mientras mi ojos solo miraban el cielo. Thirty seconds to mars hacía estremecerse mis oídos pues yo así lo quería. En ese momento, bajando la cuesta de mi mejor amiga, sentí que ya nada tenía sentido en mi vida, que todo moría cuando yo lo tocaba, y por desgracia tocaba demasiadas cosas. Un coche demasiado rápido para lo lento que iba el mundo en ese momento estuvo a punto de atropellarme y no me di cuenta hasta que el hocico de este rozó mi pierna, enfadado arrancó el coche, ¿Que más daba todo? ¿Que me importaba mi vida cuando sabía diferenciar los colores de aquel cielo que no dejaba de mirar? ¿Qué prisas existían cuando había aprendido a creer en una amistad que no veía? Nada... todo era nada y viceversa. Las lágrimas surgieron al pasar por delante de aquella puerta: "Jóvenes idealistas" sobre una bandera republicana. Me acordé de ese día, éramos... ¿Que éramos? Por desgracia más que ahora. Todo era antes más que hoy día... Cada lágrima era un recuerdo y todos volaban lejos mía aunque yo corriera tras ellos. Un puñetazo adornó la pared, luego otro, y otro... dejaron de soñar mis ojos y empezaron a ver, ¿ Que qué vi? No lo sé, no me lo quisieron contar y mira que se lo pedí. Ansié ser libre, mas ¿quien lo es? Solo le veía una solución a mi deseo, pero una cosa conllevaba a otra, y preferí hacer lo de siempre; andar. Andar hacia donde la sociedad, astuta e inevitable me llevase, de todos modos, no habría podido evitarla por mucho más tiempo.
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